Busco habitar y dejar altares en las aguas y tierras de Estela, mi madre, intervenir el paisaje que ha sido testigo de la pérdida de nuestras identidades y memorias. Estela fue una mujer indígena y trabajadora sexual. La busco en exploraciones rituales, la construcción de archivos y cartografías. Desde los 6 años creía que estaba muerta. A los 18 años, me regalaron varias fotos que no tenía de ella. Tenía solamente una foto de Estela tamaño documento de carnet. Todas las fotografías de mi madre las perdí, menos una que logré escanear en 2007, como si su imagen quisiera desaparecer.
En 2009, soñé con habitar los lugares que ella transitó en vida. En 2014, hice el primer collage de su búsqueda con mi hija Elena. En 2015, llegué a Yopal para no encontrarla y entender que había desaparecido en un territorio atravesado por el conflicto armado. En 2016, viajé a Villavicencio, el lugar donde ella vivió su infancia. En el camino, mi prima me regaló por internet la segunda foto que tengo de mi madre. En 2021, logré habitar Granada en los Llanos y el Amazonas colombiano, lugares en los que viví con mi madre hasta los 4 años y en los que ella encontró a su madre, mi abuela, en San José del Guaviare. Habitar nuestra tierra es tan difícil que solo quedaba no existir para sobrevivir.
En 2009, soñé con habitar los lugares que ella transitó en vida. En 2014, hice el primer collage de su búsqueda con mi hija Elena. En 2015, llegué a Yopal para no encontrarla y entender que había desaparecido en un territorio atravesado por el conflicto armado. En 2016, viajé a Villavicencio, el lugar donde ella vivió su infancia. En el camino, mi prima me regaló por internet la segunda foto que tengo de mi madre. En 2021, logré habitar Granada en los Llanos y el Amazonas colombiano, lugares en los que viví con mi madre hasta los 4 años y en los que ella encontró a su madre, mi abuela, en San José del Guaviare. Habitar nuestra tierra es tan difícil que solo quedaba no existir para sobrevivir.